martes, 10 de octubre de 2017

Ciudadanía y comunidad ecológica





El ciudadano ecológico 

El ciudadano ecológico debe pensar en su relación con su entorno inmediato, pero también con el planeta en su totalidad desde un punto de vista sistémico y complejo.

La mejor manera de incorporar el sentimiento de respeto a la Naturaleza es convirtiéndola simbólicamente en un elemento imprescindible para la configuración de esa nueva ciudadanía: la ciudadanía ecológica.

En esta forja continua pero compleja de la conciencia del nuevo ciudadano ecológico, se contraponen dos elementos. Por un lado, el hecho de vivir en el seno mismo de la sociedad de consumo y, por otro y no en menor medida, como reacción a ésta.

La ciudadanía ecológica debe distanciarse de la superficialidad de aquel ciudadano moderno únicamente preocupado por su bienestar y comodidad, que da la espalda a los graves riesgos que implica el consumismo para la biodiversidad, el agotamiento de los recursos y la contaminación de aguas, atmósfera y suelos.

La pasividad y falta de criterio ecológico que ha caracterizado al ciudadano, sobretodo, desde principios del siglo XX se denuncian y empiezan a ser abandonados para entrar en una nueva sociedad sostenible. Dicha pasividad está esencialmente asentada sobre una forma de ver el mundo que nace en los albores de la Modernidad.
  
En este momento histórico, a diferencia de los anteriores, el ser humano se sitúa en el centro de la realidad. En correspondencia con este hecho cosmovisiones el ciudadano deviene el fundamento último de la soberanía política y se erige en el sujeto fundamental de la política y la economía.

A su vez, para que una comunidad biológica surja, es necesaria la existencia de una sucesión y recambio de especies en el tiempo, mediada por las múltiples interacciones que pueden darse entre cada uno de sus miembros. Este fenómeno es conocido como sucesión ecológica y es el que permite la existencia y formación de las comunidades. Una sucesión ecológica es observable de manera fácil en ambientes que han sufrido fuertes disturbios y se manifiestan como “vírgenes” a la colonización, como terrenos que han sufrido las inclemencias de incendios, erupciones volcánicas o tsunamis. 


El ciudadano ecológico acepta y valora positivamente el progreso y la tecnociencia, pero con ciertas reticencias, cuando no temores fundamentados en la observación de los desastres ecológicos, los fenómenos de contaminación y toda la ristra de problemas medioambientales que estamos padeciendo. Por todo ello, es obvia la necesidad de ser informado y al mismo tiempo rechazar radicalmente la propaganda vacía de contenido que las instituciones y gestores hacen de sus actuaciones. Desde la perspectiva socio-política, la propaganda está destinada a resaltar lo que se hace desde la institución, pero habitualmente no informa objetivamente de los hechos que justifican las actuaciones, ni de los datos económicos ni tecnocientíficos que han acompañado a las decisiones medioambientales, ni del seguimiento a posteriori de sí la ejecución de las actuaciones medioambientales consigue o no los objetivos perseguidos. 
La propaganda en este sentido, constituye un despilfarro de recursos (humanos, dinerarios y materiales) que funciona como elemento desviador de la atención del ciudadano hacia situaciones menores, eludiendo de este modo la información relevante ecológica, social y política. Para el ciudadano ecológico es mas urgente evitar que el planeta se convierta en un acúmulo invivible de residuos y tóxicos, que fabricar nuevos artilugios que nos hagan la vida más fácil y cómoda. Es más importante y transcendental reducir el despilfarro y el consumo de energía, agua y recursos naturales que conseguir que sean más baratos. Estas actitudes han quedado recientemente reflejadas en la frase de Judt y Snyder (2012) "Es menos urgente imaginar mundos mejores que evitar peores".






Para el ciudadano ecológico es mas urgente evitar que el planeta se convierta en un acúmulo invivible de residuos y tóxicos, que fabricar nuevos artilugios que nos hagan la vida más fácil y cómoda. Es más importante y transcendental reducir el despilfarro y el consumo de energía, agua y recursos naturales que conseguir que sean más baratos. Estas actitudes han quedado recientemente reflejadas en la frase de Judt y Snyder (2012) "Es menos urgente imaginar mundos mejores que evitar peores".


Resultado de imagen para ciudadano ecologico


Es imprescindible que dejemos de creer que por tener más posesiones y riqueza somos mejores, para pasar a entender que el valor de las personas radica en lo que son y en los valores que defienden, en ser más cuidadosos con lo que poseemos y más responsables, reflexivos y razonables con nuestros planteamientos y actuaciones sociales y ecológicas.



No hay comentarios:

Publicar un comentario